Estación III OTRA MIRADA

Siéntanse plenos de bajarse cuando quieran y disfruten de esta estación. Hoy vamos a orillar lo ampliamente conocido para meternos en los recónditos lugares donde muchas veces la practicidad, el orden, las mundanas reglas y las buenas costumbres no nos permiten llegar.

Empezaremos por lo inimaginado e iremos metiéndonos a donde no nos compete. Para comenzar, tome un pedazo de Chocolat, ese que le quedó del huevo de pascua, o de cualquiera que por antojo haya agregado a la compra, en la caja del supermercado. Abra el envoltorio, dele un mordisco y cierre los ojos. ¡No lo trague! Solo deje que se derrita, sienta la textura, disfrute como recorre su boca apoderándose de su lengua y de cada una de sus papilas gustativas, siéntalo cada vez más adentro, mientras baja por la garganta y se hace uno con usted….

¿Maravilloso no? No sería lo mismo, si los invitara a comer un poco de chocolate, mientras me leen. Ahí está la magia, en ese fragmento de vida en que dejamos que lo normal, lo naturalizado, lo cotidiano; se trasforme en magnifico, superlativo, extraordinario. Es posible, totalmente posible. Es un simple acto de decisión ante la vida, ante el arte, ante un libro y ante el cine.

No quiero decir que esta estación sea un homenaje, porque no lo es. Estamos demasiado lejos de lo que se merecería como homenaje un grande como Gabo, pero casualmente estaba redactando esta estación, cuando la noticia de su partida me llegó. Siendo así; y después de haberlo, confieso, admirado tanto; no podría dejar de recordarlo. Pero no quiero hacerlo con ecos de su vida y trabajo, sino que quisiera que pudiéramos en esta estación, hacerle honor de la misma manera en que él se nos metió en el alma: viendo las cosas de otra manera.

Gabriel García Márquez, al igual que otros grandes escritores ha dado vida a obras literarias que hoy se enmarcan dentro del rótulo de “Realismo Mágico”. Las definiciones esta semana se superpusieron unas a otras, y como cada vez que un grande se nos va, le han dado mucha más importancia de lo que últimamente le daban en vida. Pero esa es otra cuestión. Pasemos al cine y la historia que es lo que aquí nos compete.

El llamado Realismo mágico, definido así por primera vez ante una obra pictórica allá por 1925 por Franz Roh, se trasladó desde diversas artes hasta tener un gran protagonismo en la Literatura Latinoamericana, siendo justamente García Márquez uno de sus más prolíferos exponentes. Pero… ¿qué pasó con el cine? Para hablar de ello habría que tratar de definir el término, no por cuestión académica ni mucho menos, sino solo para ponernos de acuerdo.

La definición que parte de Roh, es la que establece esta “categoría” (por llamarlo de algún modo) a las historias de estética realista que incluyen elementos sobrenaturales, mitológicos, fantásticos, etc. Bien. Aquí vayamos a lo que creemos en este vagón, con lo cual pueden ustedes estar o no de acuerdo. De eso se trata.

Si de cine hablamos, lo único que hemos estandarizado generalmente, es esa acotada categorización que nos ha legado la industria del norte: la de gangsters, la musical, la romántica, el drama, la comedia, y alguna que otra, no más. Hoy día si somos más curiosos y queremos meternos un poco más allá, encontramos que la historia nos habla de cine arte, del negro, el vanguardista, y un sinfín de las que llaman “corrientes” o “estilos”, (no géneros); y vemos que los horizontes cinematográficos y la manera de ver de los directores siempre fue mucho mayor a aquélla a la que la industria nos limita; y entonces aprendemos a buscar.

El realismo mágico en la pantalla es, a mi criterio particular, mucho más que una inclusión de un elemento irreal en un universo real. Va más allá de una decisión de historia o guión, es una manera de ver e cosas, y por ende, una manera de contarlas. García Márquez dijo en una oportunidad que sus historias y el cine son como un matrimonio en eterno divorcio; e incluso he leído que han calificado a su cine de “imposible”, a causa del realismo mágico. No digo que sea fácil, pero imposible tampoco. No analizaremos hoy las adaptaciones al cine de las historias de Gabo, me parece que no es el momento y tampoco es justo para sus directores descontextualizarlos de sus demás trabajos, pero sin dudas será más adelante una muy interesante tarea.

Hoy nos proponemos únicamente analizar juntos esta cuestión del Realismo Mágico en el cine, y desmenuzar las múltiples características que lo hacen una forma diferente y única de contar. Tomaremos para eso algunos ejemplos específicos, aunque hay muchos. El primero es Chocolat, película del año 2000, del director sueco Lasse Hallström, quien entre otros trabajos nos había regalado en 1993 una gran historia en “¿A quién ama Gilbert Grape? En este caso, Chocolat, describe la cotidianeidad de una madre soltera que a fines de los 50’ va a vivir a un pequeño pueblo de Francia, tradicional y moralista, que la rechaza por no tener marido, por trabajar los domingos, por ser diferente. La trama nos cuenta como una mujer sola se hace cargo de su vida, de su hija y de los prejuicios de una sociedad cerrada que la discrimina. Sería una historia común, pero el director decide contarla diferente. La protagonista, interpretada por Juliete Binoche, abre en el pueblo una pequeña confitería, y la historia que ya conocemos gana un nuevo matiz al verse penetrada desde todos los lugares posibles por el chocolate. El misterio constante que se apodera del relato visual la hace distinta, totalmente mágica, aunque no haya nada sobrenatural en pantalla. La película puede gustar o no, pero es sin dudas un ejemplo válido y que funciona. Lo mágico es que el director nos lleva a no solo “ver” la película, también la degustamos, la sentimos. He ahí la magia.

El segundo caso que visitaremos está bastante más cerca, y bastante menos conocido. “A musa impassivel” del año 2011, de la novel directora Marcela Lordy. La película está en el límite entre un medio y un largo-corto con sus 52 minutos de duración. Fue uno de sus primeros trabajos reconocidos luego de varios cortos, y fue premiado por la TV Cultura brasileña y varios festivales. Una simple historia de amor: dos personas se cruzan un día en una avenida y se enamoran. Nada anormal, pero… Adrine sufre de T.O.C., y trabaja en el subte, Edivaldo atiende una casa de comidas rápidas y jugos,  y para hablar en términos de Chespirito, le da “la chiripiorca” varias y largas veces al día. La contraposición de sus historias de vida con situaciones tan reales como dolorosas, son a la vez totalmente mágicas, únicamente porque la directora decidió hacerlo así por medio de varios elementos; los rituales de Adrine, las estatuas, las personalidades únicas, los planos elegidos, el tono de la historia. Un ejemplo reciente, con la salvedad de ser un trabajo de una cineasta muy nueva, pero por ese mismo motivo, interesante de ser analizado.

Francia tiene varios títulos disfrutables en este orden, como cuna de Vanguardias no es de extrañar que el sabor de la estética tenga un deguste exquisito en su pantalla. Amélie y Juego de Infantes, del 2001 y 2003 respectivamente, son dos claras muestras. En la primera, la personalidad especial de la protagonista, nos materializa la mismísima esencia de la definición del realismo mágico: una actitud ante la vida. Cada acto, desde el gesto de meter las manos en el cereal, hasta enamorarse; todo conlleva un litúrgico conjunto de maneras y formas que hacen de cada momento un lapso único de tiempo irrepetible, un fragmento íntimamente sensorial para personaje y público, así como lo fue para guionista y director. La fotografía y el arte del film son dos elementos determinantes para lograr este efecto en nosotros, elementos en lo visual, equivalentes a las deliciosas descripciones del realismo mágico en la literatura.

En juego de infantes, las situaciones extremas, nos llevan a una vorágine que termina en una esencia surrealista, pero que durante toda la trama nos transportan en un devenir cada vez mayor de circunstancias que también orillan lo mágico.

Como estos hay muchos títulos, los más obvios en temática, incluyen mitos, fantasmas, personajes imaginarios o gente que sobrevive a la muerte; pero la fantasía, el terror y la ciencia ficción también los incluye. La gran diferencia es que en el realismo mágico encontramos la regla básica que hace de estas películas especímenes únicos y dignos de destacar: la decisión de sus realizadores de contar las cosas de otro modo. ¿Cine de autor? El tiempo y los siguientes trabajos de sus directores nos lo dirán. Desde mi humilde lugar, creo que se trata de algo más parecido al concepto de género o corriente; trabajos que merecen su lugar en la industria y en los circuitos alternativos, tanto por la decisión de producción, como por su intención como historia y como producto cinematográfico. Personalmente no comparto la idea de encontrar “Como agua para chocolate” bajo el catálogo de comedia romántica, porque no lo es.

Y bien, hasta aquí llegamos por hoy. Nada de alfombra voladora ni túnel del tiempo. A caminar hasta sus vagones y disfrutar de la brisa en la cara. Mientras nuestro maquinista se prepara para seguir camino, elevemos las copas imaginarias como cada partida, y digamos buen viaje al querido Gabo, brindemos por una mirada diferente de la vida, esta visa nuestra de cada día, que para algunos puede ser una mierda, hasta que decidamos hacerla más mágica.

¡Salud por los que se atreven, a amar y sufrir a flor de piel!

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