Estación V EL ELEFANTE EL HUEVO Y EL RELOJ

¡Qué bueno tenerlos aquí nuevamente! Gracias por no seguir al saltamontes que respetuosamente conducía el carro rosa minusválido y, elegir una vez más tomar vuelo en esta Locomotora. Hoy realmente muy Loco-motora. Y no lo voy a negar, ¡me gusta! Confieso que no es ésta la corriente que elegiría como favorita cuando a cine se refiere, pero debo manifestar también que varias de  las obras cinematográficas creadas bajo sus oníricos designios son de las que más me han puesto a trabajar el intelecto y levitar el alma.  Y es que guste a quien guste y desagrade a quien desagrade, el surrealismo fue y será siendo, una visión fascinante de los mundos y la vida.

Demás está decirles porqué los recibió hoy el elefante en zancos, al bajar el último escalón del vagón. Si tienen dudas aún, pues vayamos a disiparlas empezando el recorrido por esta fascinante Estación de recuerdos y legados.

El pasado 11 de mayo, hubiera celebrado su cumpleaños número 110, el apasionado, talentoso y para muchos loco señor Salvador Dalí. Un hombre de incontables sueños y muchas acciones, de arte, de cine, de letras y de nuevas realidades. Una de las definiciones que más me agrada y que a mi criterio mejor define la naturaleza de lo “surreal”, no solo por ser primigenia sino por su especificidad y claridad, es la que daba Guillaume Apollinaire al inventarlo, en el subtítulo de su obra “Las tetas de Tiresias”. Decía él, que el surrealismo se refiere a la reproducción  creativa de un objeto, que lo transforma y enriquece. En palabras llanas: es una manera diferente de volver a crear algo, con otras magnitudes, formas, colores, reglas; y así hacerlo crecer, permitir transmitir lo que de otra forma, con recursos de esta “realidad” sería imposible.

Y este Dalí visionario y ultra real nos lleva este mes a recordar también a su amigo y colega de travesuras que por, oh casualidad, el 18 de mayo de 1961 se llevaba La Palma de Oro en Cannes por su muy conocida “Viridiana”. Ambos se juntan en esta Locomotora para llevarnos de la mano a recorrer esta corriente que llevó a muchos cineastas a valerse de nuevas herramientas para permitirnos entender lo que el lenguaje estandarizado, industrializado, realista o “normal” no les permitía hacernos llegar; y claro está, que mejor momento que éste, cuando esa gran cita francesa del cine internacional está en pleno desarrollo, y una nueva terna de conocidos y emergentes directores, busca alcanzar los mismos aplausos y ovación que celebró la (pese a ello) censurada cinta de Buñuel.

Los admirados susodichos, son indispensables referentes cuando se habla de surrealismo, sin embargo, como siempre, iremos aquí contra el convencionalismo de realizar un repaso de sus carreras, ya que la misma en estos días está al alcance de un clic. Nuestra estación de hoy pretende más que solo hacer un  recorrido bio/filmográfico; queremos hablar de legados y, más que nada de influencias, de la inquietud que dejaron estos genios creativos en la simplicidad de nuestro mundo terrenal, y de cómo estas inquietudes, han llevado a los directores de estas últimas décadas a rebuscarse y recrear recursos, para ofrecernos sus surrealidades y hacernos comprender así sus mundos. Hablemos de películas.

Para ubicarnos en el tema, empecemos recorriendo algunas características del surrealismo por medio de algunos conocidos films. Primeramente veamos como venimos con el simbolismo. Quisiera dejarles para eso en compañía del amigo David Lynch con, no una, sino varias de sus películas; pero a modo de ejemplo dejo, la de las diez pistas: Mulholland Drive del año 2001. Lynch hace uso de colores y objetos, como la caja y la llave azul metaforizando la conciencia de Diane/Betty, o el labial jamás desteñido de Rita, detalle que exterioriza su irrealidad y la idealización que es. Sigamos con el atajo por el bosque, una simetría entre lo desconocido y el camino oculto, el sendero angosto que la lleva al destino inevitable, la pareja de ancianos que personifican sus miedos, salen de la caja azul, de la conciencia inquebrantable que le lanza sus propios fantasmas a atormentarla sin piedad. El departamento intercambiado, como los papeles de su vida en el sueño,  el cenicero, el velador, los personajes mismos…etcétera y otros largos etcéteras. Una lista de cosas que recrean otras cosas y nos llevan a reflexionar sobre cosas que no son las que vemos, sino otras. ¿Trabalenguas? No, una película que trae a cuestas un ejercicio semiótico  interesante, apasionante y desafiante.

El otro punto es el tratamiento espacio-temporal. El manejo a piacere del director es una característica clara. El objeto puede ser o no útil. Puede marcar una necesidad de guión; como un sueño, una ilusión, un delirio. Este caso se da en Midnight in Paris del 2011, donde se rompe totalmente la barrera de tiempo y espacio, y conviven múltiples épocas en la misma Paris. Una de las escenas más disfrutables a mi criterio, es justamente donde nuestros recordados Dalí y Buñuel, acompañados en el caso de Man Ray, charlan con el protagonista sobre su vida amorosa. Una magistral muestra que da Woody Allen de surrealismo en esa conversación: lo que para Gil es un problema, para Man Ray es fotografía, para Buñuel: cine;  y para Dalí un rinoceronte. ¿Qué más da?

Del rinoceronte vayamos, como es lógico, al montaje. Una utilización correcta de esta herramienta de “contar”, puede hacer maravillas. Sino recordemos a Mr. Nobody, del director belga Jaco Van Dormael. Un despliegue actoral magnifico por cierto, por parte del reciente ganador del Oscar Jared Leto, nos lleva de la mano a innúmeras vidas, vividas o no, imaginadas (¿tal vez?), pero mezcladas con la precisión que permite generar el misterio, la incertidumbre, el desconcierto y, no llevarnos al aburrimiento ni a arrancarnos los pelos. Una historia totalmente normal y distinta hubiera sido si el director hubiera optado por presentarnos las posibilidades de Nobody en orden y cronológicamente en tiempo y espacio.

Otra propuesta del montaje surrealista es la que nació con él, una invitación a que la mente rompa su celda de confort y permita otra mirada. En “Un chien andalou”, el objeto del montaje no lineal fue precisamente este. Según el mismo Buñuel optaron por comenzar con la escena del ojo seccionado para que el choque permitiera a los espectadores desestabilizarse, y de esa forma ver la película ya fuera de sus esquemas y seguridades habituales.

El erotismo, el humor negro, la no adaptación a una moral única, unidos a la denuncia o afrenta a la realidad y sus oscuridades, nos hacen recordar títulos como Anticlímax, primera y única película de Gelsen Gas, interesante, entre otras cosas, por la manera de recrear el imaginario mexicano en el film. Otra propuesta sumamente válida es La mansión de Araucaima, película colombiana de 1986, del director Carlos Mayolo. Tiene la peculiaridad de estar basada en el relato homónimo del narrador colombiano Álvaro Mutis, quien la escribió para demostrar a su amigo Luis Buñuel, (mirá vos…) que el gótico también se podía dar en tierras calientes, haciendo referencia a sus lares. La idea era que Buñuel la llevara al cine, pero a pesar de haberse interesado mucho en la historia el caso es que lo hizo Mayolo.

Ambas son alternativas a otros títulos más conocidos de directores como Cronemberg o  Katsuhito Ishii, pero que por ser más cercanos en cuestiones territoriales, y menos vistos que los más comerciales, creí enriquecedor poder dejarles la inquietud de verlos.

Sujétense del cuerno de sus rinocerontes y vayamos hasta el año 2013, que nos dejó un film que, más allá de lo poco benévola que ha sido con ella la crítica, es a mi criterio una opción muy valedera y disfrutable. El film del que les hablo es “L’écume des jours” del director Michel Gondry, quién en otras ocasiones ya ha demostrado su gusto por lo onírico, como en el caso de la cinta protagonizada por García Bernal, La Science des rêves en 2006, o Eternal Sunshine of the Spotless Mind en 2014.

L’écume des jours está basada en el libro homónimo de Boris Vian, la historia ya había sido adaptada en 1968 por Charles Belmont, y esta fue la vez de Gondry, de tratar de adentrarse en el mundo de Vian. Más allá de que para muchos es un derroche de recursos visuales, como he leído en muchas reseñas, personalmente creo que la subjetividad del director hizo, lo que a criterio suyo fue necesario para su surrealidad. Para un análisis profundo deberíamos partir del libro, contraponer ambas adaptaciones y ver qué ocurre, sin embargo creo que las comparaciones en este ámbito no siempre resultan, por aquello de respetar la visión del director como creador, más allá de obras o soportes anteriores.

Dejando de lado cuestiones técnicas, de efectos especiales que algunos puedan alegar, el resultado de Gondry me parece atractivo, delirante, intenso más que exagerado, emotivo y adecuado para lo que es: una construcción diferente. Tal vez muchos esperaban una película, con “rasgos” o momentos surreales, y una zona de comodidad de donde atajarse. La película no te la da. Desde el funcionamiento de la cocina hasta los pasos de baile, desde las edades de los personajes hasta el trabajo que hacen, los roles y la vida, el matrimonio y el amor, todo tiene sus propias reglas. Una historia donde las flores crecen en pulmones y los mundos se empequeñecen cuando el amor nos abandona. Una historia que se ve diferente, pero llena de episodios que pueden hacérsenos familiares.

Musical y visualmente bella, es constantemente extraña, y adecuada a su universo, no al nuestro; pero al mismo tiempo nos lo denuncia o refleja, se alejan de nuestra realidad, pero nos la rememora por contraste.  Es por eso que me parece tan valedera.

Y bueno, pasajeros de esta Locomotora, estamos llegando de regreso a esta Estación, no sin antes saborear un poquito de la sal de las costas de Cannes, donde este miércoles el octogenario y cinematográficamente  prolífero Jean-Luc Godard presentó, ovación mediante, su reciente producción en 3d, nada más y nada menos, Adieu au langage. El film es una nueva manera de romper el lenguaje (hablado y audiovisual) según la crítica. La otra cara del fílmico es Lost River, de Ryan Gosling. El actor debuta como director con esta película que, toda la web está conectando de alguna manera, con la obra de Lynch que citábamos antes. ¿Habrán tenido ambos, pese a sus diferencias, en algún momento, algún encuentro de algún tipo, en sexta dimensión tal vez, o con Dalí o con Buñuel, o con ambos o ninguno?

No lo sé. Lo que si se decirles es que este mayo, rico en hechos históricos, nos deja un universo de opciones, de manos de este Dalí de 110 años de vida y su legado de amplitud mental, visual y creativa. Mayo de Buñuel y de Palmas de Oro, de nuevas producciones, de nuevas miradas que se construyen  y viejas miradas que se redescubren. Tiempos de películas que como antes, se atreven a desafiar con las mismas controversias de las llamadas vanguardias… y qué es el surrealismo, sino esa libertad que podemos tener, de ver el mundo a nuestro antojo, y mostrarlo como lo creemos…

Un aleteo de mariposa por el surreal que (reconozcamos o no) llevamos adentro, y una ovación a todos los directores que se atrevan a sacar el sol de los huevos, a lo Kush, y mostrarnos sus amaneceres.

Nos vemos en la siguiente Estación. ¡Maquinista!…. Es toda suya.

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